¿Quieren saber ustedes el milagro que el Papa Pablo VI aceptó para declarar Santo a nuestro San Juan Macías, el Hermano portero del convento dominico de Lima? Es un milagro curioso y simpático por demás.
En el tiempo de la posguerra civil española y de la mundial, había mucha hambre en aquel pueblo extremeño, y una comisión de señoras voluntarias llevaban al Hogar asistencial y a la Casa Cural abundancia de arroz, garbanzos y alubias para que al menos el domingo comieran bien todos los pobres. Pero aquel sábado, por un descuido, no llegaron los alimentos previstos.
La buena cocinera pone al fuego la olla, pero no tiene en las manos más que un puñadito de arroz. -¿Y qué hago ahora?, se dice con angustia la muchacha. Si van a venir los pobres y las señoras que les reparten, y hoy no han traído nada. Era la señorita del mismo pueblo que el Beato Juan Macías, y le pide: -Querido Hermano Juan, ayúdame tú, que socorrías tanto a los pobres.
El caso es que se coció aquel poquito arroz y empezó a rebosar la olla. Pasan el arroz que va saliendo a otra olla, y a otro y otro recipiente…