En Cristo Jesús

25. marzo 2024 | Por | Categoria: Jesucristo

Cuando leemos las cartas de San Pablo, el gran intérprete de la Fe, nos encontramos con esta expresión que él repite continuamente: “En Cristo Jesús”.
Vivimos en Cristo Jesús.
Sentimos en Cristo Jesús.
Nos amamos en Cristo Jesús.
Dios nos eligió y nos salva en Cristo Jesús…
Y todo es así…
Cristo Jesús llena la existencia entera del cristiano. Y por eso el cristiano es lo que es: cristiano porque sigue a Cristo, porque vive a Cristo, porque morirá en Cristo, porque reinará con Cristo.

Los Apóstoles y los primeros cristianos, como vemos por los escritos bíblicos del Nuevo Testamento y por los primeros recuerdos de la Iglesia, no tenían más espiritualidad que la Persona de Jesucristo, sobre todo presente en la Eucaristía.
El mismo Espíritu Santo era el gran don que el Señor Jesús les había hecho.
Y María, que estaba presente y animaba con su calor a la Iglesia naciente, era amada, y poco después invocada, porque era la Madre del Señor Jesús, que se la dejó en herencia a la Iglesia.
De este modo, Jesucristo lo era todo.
No necesitaban de nada más que de Jesucristo.

De aquí, que no tuvieran más ilusión que conquistar a Cristo.
Eso de conquistar a Jesucristo es una imagen muy deportiva, utilizada por San Pablo, a veces con una sola palabra, que hace referencia a los juegos deportivos del estadio..
Entre nosotros, hoy utilizó esta imagen con sorpresa un distinguido joven católico, que, preguntado por un periodista sobre cuál era su deporte favorito, respondió de manera simpática:
– Correr desaforadamente detrás de Cristo, hasta que le dé alcance.
Este joven no se inventó nada nuevo, pues no hizo más que emplear —a lo mejor sin él saberlo— las mismas palabras de San Pablo a los de Filipos.

Desde luego, que Cristo era y es siempre muy estudiado. La figura de Cristo apasiona.
Y la pregunta del mismo Jesús a los apóstoles —¿Quién dice la gente que soy yo?— hace pensar, investigar, discutir, y nunca los hombres habrán agotado las posibilidades de conocimiento que encierra la Persona de Jesucristo.
Este estudio no es estimulado por curiosidad vana. Si Jesucristo fascina, y se le quiere conocer cada vez más, es porque es amado y porque se le quiere amar cada vez más también.

Un médico sicólogo acudió a una convención de tres días sobre espiritualidad cristiana, los Cursillos de Cristiandad. Se estudiaba, se discutía, se proponía… Y el Doctor sacaba sus notas. Las reacciones de todos eran para él muy normales. A todas les encontraba explicación científica. Hasta que vio a todos los de la asamblea reunidos delante del Sagrario, ensimismados, silenciosos unos ratos, y otros ratos estallando en una oración con calor de muchos grados… Fue entonces cuando escribió  en sus notas:
– Reacción inexplicable. Aquí no manda la cabeza, sino el corazón. Cristo es amado, porque está aquí vivo. Sin esta presencia real de Cristo, que por primera vez me convence a mí, esto sería imposible.
A partir de ese momento, él fue el primero en apasionarse por ese Jesucristo que no se entiende sino a la luz de la fe y de la gracia infundidas por el Espíritu Santo.

Además, este amor a Cristo no se queda en especulaciones y sentimentalismos de más o menos buena ley. Es un amor que se vive en las realidades de cada día.
Pues lo curioso es que, a estas horas, todavía son miles y millones los que se juegan todo por Jesucristo.
No se quedan a medias en su generosidad.
Desde niños pequeños hasta ancianos venerables, son tantos y tantos los que no se miran nada a sí mismos, pues viven sólo para ese Jesús a quien tanto quieren.

Cristo entonces se hace vida de sus vidas. Lo viven a cada instante.
Viven de Él, sobre todo en la Eucaristía, donde Cristo se les da para comunicarles toda su propia vida.
Y, llenos de la vida de Cristo, saben después difundirla generosamente a todos los demás.
Irradian sin más a Cristo, porque han conseguido que su personalidad quede como sustituida por la personalidad del mismo Cristo.

San Enrique Ossó encargó en Barcelona al arquitecto Gaudí que le construyese el colegio de las niñas. El constructor de la Sagrada Familia, el de fama universal, realizó este sencillo colegio con las consabidas genialidades suyas. Y en la fachada, esculpió por doquier repetidamente la misma leyenda:
– ¡Viva Jesús! ¡Viva Jesús! ¡Viva Jesús!… Era el primer saludo que el Colegio de las Teresianas dirigía cada mañana a las alumnas. Un saludo que se convertía después en santo y seña durante todo el día y durante la vida entera.

¿Queremos ver realizado el mayor milagro en nuestras vidas? ¿Queremos que nuestras vidas sean grandes de verdad? Cuesta muy poco y es muy fácil.
Como Cristo llene las veinticuatro horas del día, nuestra vida deja de ser de la tierra para ser ya una vida del Cielo…

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