María en nuestra salvación

15. noviembre 2021 | Por | Categoria: Maria

Los tres niños de Fátima se entusiasmaron cuando oyeron por primera vez esta jaculatoria dirigida a la Virgen: ¡Dulce Corazón de María, sé mi salvación! Después, la repetían constantemente. ¿Estaban acertados? ¿No exageraban? ¿Hay alguien que pueda salvarnos si no es Jesucristo? Entonces, ¿qué papel juega María en el negocio de nuestra salvación?…

Empezamos por decir que en la Iglesia siempre ha existido la convicción de que María juega un papel importante en la reconciliación de los pecadores con Dios. Y la Iglesia, guiada siempre por el Espíritu Santo en su fe, no se equivoca cuando llama a María Refugio de pecadores, y Madre de la reconciliación.
Cuando oímos alguna conversión ruidosa, inmediatamente nos preguntamos: ¿Y no estará escondida aquí la Virgen de una manara u otra?… Es lo que le ocurrió a un sacerdote, cuya relación tengo aquí a la vista, y que la reproduzco al pie de la letra tomada de un libro. Oigamos el caso con todos los detalles.

* Era el amanecer de un domingo. Tenía que salir a celebrar la Misa en una iglesia algo alejada, y se me presenta una joven pidiéndome un favor con urgencia:
– Venga pronto a mi casa. Un tío mío está muriendo. Muy alejado de Dios, hace más de veintiséis años que no se confiesa, y además no quiere ni ver a los sacerdotes. Vea, Padre, de hacer algo usted.
Me quedé helado. Si no podía ni ver al sacerdote en su casa, ¿qué iba a hacer yo allí? Y así fue. Apenas entré, contesta malhumorado a mi saludo:
– ¿Que cómo estoy? ¡Bien!… Y sepa que aquí no tiene usted nada que hacer.
No perdí la calma. Me contenté con responderle amable:
– Bien, Don Juan. He venido porque su sobrina me ha dicho que usted se encuentra mal y quizá podría yo ayudarle a acercarse a Dios en estos momentos.
– Si alguna cosa tengo que decirle a Dios, ya  se la diré a El, y no a usted.
– Bueno, bueno… No quería molestarle. Rezaré por usted. Quede usted con Dios.

Antes de marcharme, y disimuladamente, le dejé debajo de la almohada un escapulario del Corazón de María, que llevaba impresa la jaculatoria: ¡Dulce Corazón de María, sé mi salvación! Lo había llevado expresamente, ante lo difícil que se presentaba el problema. Celebro la Misa, y al llegar a la casa me dan el encargo: Ha vuelto aquella señorita diciendo que regrese pronto a ver al enfermo. Lo hice, y me recibe el agonizante de la mejor manera. Un cambio brusco del todo, de modo que me dice:
– Sí, Padre. Veo que me llega el fin, y quiero morir en la gracia de Dios.
Se confiesa después de tantos años como me habían dicho en la familia, recibe la Comunión y la Unción Sagrada, y se queda en una paz admirable.

Yo me dije entonces a mí mismo: ¿Es esto obra del escapulario que le he escondido debajo de la almohada? No, aquí algo más que la fuerza de un signo material. Así, que le pregunté:
– Oiga, y aunque haya vivido tan alejado de Dios, ¿no ha practicado ninguna devoción a la Virgen?
El enfermo me responde rápido:
– ¡Eso sí, Padre! Mi madre me pidió antes de morir que rezase cada día a mi Madre del Cielo las tres avemarías, y no las he dejado nunca.
Tuve bastante. Allí estaba el secreto. Era imposible que se perdiera un alma que cada día elevaba a la Virgen estas palabras: Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. El bueno de Don Juan se iba al Cielo al cabo de muy poco rato, reconciliado con Dios por la intercesión de María, Refugio de pecadores… (Ocurrido al mismo autor de este Programa)

Esto, lo que cuenta el sacerdote. Nosotros, discurrimos ahora con la Palabra de Dios en la mano y vemos que María es llamada LA MUJER en tres momentos cruciales de la Historia de la Salvación.
– En el paraíso, cuando Dios hace la primera promesa del Redentor: Pongo enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Así, la Madre del Redentor será enemiga mortal del demonio.
– Al pie de la Cruz, recibe María el encargo: Mujer, ahí tienes a tu hijo. De este modo, María era declarada por Jesús Madre de los pecadores redimidos.
– En el Apocalipsis, durante la última etapa de la Salvación, María es presentada como la Mujer, imagen de la Iglesia, con el dragón que se retuerce impotente ante sus pies.

¿No sabemos leer esta Palabra de Dios? ¿No entendemos estos signos? María, la MUJER de la Biblia, la Segunda Eva, posee una maternidad espiritual por la cual encierra dentro de su Corazón a todos los redimidos con la Sangre de Jesús, el Nuevo Adán, restaurador del desastre cometido por el Adán primero con la colaboración tan activa de la Eva, la mujer primera.

Por eso encontramos en María a nuestra mejor aliada en la lucha contra Satanás, que quiere perdernos. Acudir a María es tener asegurada la salvación merecida por Jesucristo. María no puede ser vencida en sus hijos por el demonio.

María, que aparece ante nuestros ojos llena de belleza y amor, nos arrastra irresistiblemente hacia el Dios que es todo cariño, como lo confesaba de sí mismo un prestigioso político y pensador: El misterio de mi conversión es un misterio de ternura. No le amaba, y Dios ha querido que le ame, y le amo; y porque le amo, estoy convertido (Donoso Cortés)

Es cierto: la salvación nos la mereció Jesucristo. ¡Pero qué bien hizo Dios las cosas al darnos en María un Corazón de Madre que ama tanto!…

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