El bueno de Tobías

16. febrero 2018 | Por | Categoria: Narraciones Bíblicas

La Biblia del Antiguo Testamento nos ofrece una imagen verdaderamente hermosa de la bondad de Dios en un personaje muy determinado: Tobías.
El precioso libro que nos narra su tradición comienza con una escena dolorosa. El pueblo de Israel, el Reino del Norte, había sido vencido y deportado a Asiria. Después lo sería Judá, el Reino del Sur, hacia Babilonia.

Los israelitas estaban dispersos por doquier, y, si querían mantenerse fieles a su Dios, tenían que luchar como héroes, pues los asirios no les tenían compasión.
Muchos apostataban, ante la prueba tan dura; pero otros se jugaban todo por Yavé. Entre ellos, el bueno de Tobías.
Tobías no se dejó arrancar la fe en su Dios. Lo honraba con todo el corazón, y en su familia se celebraban las fiestas religiosas de Israel con toda fidelidad. Precisamente, antes de la comida en una de las fiestas, le dice a su hijo:
– Vete, y tráete a alguno de nuestra gente que coma con nosotros. A lo mejor no tiene donde ir…
Vuelve el muchacho con algún invitado, pero también con una mala noticia:
– Padre mío, en mitad de la plaza está tendido el cadáver de un israelita asesinado.
Tobías no se lo piensa más. Se levanta de la mesa sin probar bocado, llega al parque, envuelve el cadáver, se lo lleva discretamente y lo esconde en casa, para darle sepultura apenas se ponga el sol.

Se sienta ahora a la mesa, sin que le abandone el miedo de ser descubierto por algunos emisarios del rey, y exclama entre sollozos ante los suyos:
– ¡Ya lo había dicho el profeta Amós, y así ha sido: que nuestras fiestas se cambiarían en luto y lamentos!…
Llegada la noche, toma el cadáver y lo lleva a enterrar. Pero sus familiares y amigos se lo echan en cara duramente:
– ¡Ya se dictó sentencia de muerte contra ti por enterrar a los muertos, y escapaste de puro milagro! No hay manera de que escarmientes, y sigues en las tuyas… ¡Deja de una vez a los muertos!
Pero el bueno de Tobías, con mucho más amor a Dios que miedo al rey, les contesta:
– ¡Está bien! ¡Pero, lo seguiré haciendo! ¿Quién se cuidaría, si no, de los pobres de nuestro pueblo?… Dios me guardará.

Sigue después la narración de la ceguera misteriosa que le sobreviene. Continúa el libro con la aventura del hijo cuando se va a reclamar la herencia, cómo encuentra aquella esposa tan problemática con los maridos que le mataba el demonio, y cómo todo se resuelve en un matrimonio feliz y en la curación de la ceguera de Tobías. El arcángel San Rafael ha sido el emisario de Dios para llevar a término dichoso tanta aventura, contada deliciosamente por uno de los libros más idílicos y encantadores del Antiguo Testamento.

Dicen que Tobías, en hebreo, significa Yavé es bueno. ¡Y, en verdad, que cae bien aquí este nombre! Yavé Dios se está manifestando bueno de veras en este israelita tan piadoso y tan valiente. Si nos ponemos a reflexionar sobre este hecho, las consideraciones se amontonan en nuestra mente.

Tobías ha sido fiel a Dios desde su niñez y juventud. Aunque no lo dijera la Biblia, esto se cae de su propio peso. Sería inimaginable una conducta tan religiosa, tan intachable y tan generosa, si no se arrastrara, como una carga feliz, esa educación en el respeto a Dios desde el hogar, como base y fundamento de toda la vida.
La educación religiosa en la familia es imprescindible.
Ni la escuela ni la catequesis en la Iglesia suplirán jamás esa formación. La ayudarán, pero no la suplirán nunca…

Al joven, a la muchacha, a todos, les llegará el momento de la prueba. Para Tobías, fue el destierro a una nación idólatra y con culto fácil a otros dioses falsos. Hoy, eso se traducirá en ir a meterse, apenas uno se desarrolla, en una sociedad que cada vez va prescindiendo más de Dios.
Y vienen entonces las dudas. Y vienen las luchas. Y viene el ver cómo se acobardan muchos. Y viene el ver la apostasía de tantos que abandonan la piedad, la oración, las prácticas religiosas. Y viene el ver hasta cómo se van de la Iglesia, pasándose a un campo contrario… ¿Cuántos son los valientes, que resisten a lo Tobías?…

Esa religiosidad y fidelidad de Tobías se demuestra con un signo inequívoco: el amor a los más pobres y abandonados, como nos cuenta él mismo:
– Hacía muchas limosnas a mis hermanos; daba mi pan a los hambrientos, y mis vestidos a los desnudos; y, si veía a alguno de mi nación muerto y arrojado tras la muralla de Nínive, yo le daba sepultura.
Naturalmente, con una conducta así, era Tobías el modelo más acabado del israelita genuino, y uno de esos ejemplos que no pasan nunca de moda para cualquiera que se precia de ser fiel a su Dios, sea judío, musulmán, budista, sintoísta o el cristiano más ferviente…

La justicia social y la caridad cristiana…, el amar, el dar y el compartir…, se han convertido en el santo y seña de todos los creyentes modernos. Con Dios llenando el corazón, y con unas manos generosas, la fe encuentra su fórmula más perfecta: lo tiene todo y no le falta nada…

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