El primer oficio de Jesús

11. noviembre 2024 | Por | Categoria: Jesucristo

¿Qué oficio tuvo Jesús?, preguntaba con sonrisa algo maliciosa aquel conferenciante. Y varios del auditorio respondieron con aire festivo: ¡Vaya, como si no lo supiera todo el mundo! Carpintero, el carpintero de Nazaret…

Naturalmente, el notable profesor que dirigía la conferencia se refería a un oficio muy diferente. Así que, dejando aparte el buen humor, concretizó: ¿Cuál fue la misión de Jesús en el mundo? ¿Qué es lo más importante que realizó el que venía a salvar al mundo? Y la respuesta la daba leyendo el principio grandioso de la Carta a los Hebreos:
– En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas; pero ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todas las cosas y que sostiene el universo con su palabra poderosa.

¡Este fue el gran oficio de Jesús! Revelar al Padre. Decirnos cómo era Dios. Hacer que conociéramos a Dios tal como es verdaderamente.
En la vida eterna que esperamos veremos a Dios en gloria, cara a cara, tal como es El y tal como se ve a Sí mismo.
Pero ahora, mientras caminamos en fe por este mundo, queremos saber ya cómo es Dios nuestro Padre. Y nuestra curiosidad tan legítima queda satisfecha cuando miramos a Jesús. Porque Jesús, el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, es la Palabra última y definitiva de Dios.

Oír a Jesús es escuchar lo que Dios nos quiere decir.
Contemplar sus milagros es pasmarse ante el poder del Dios soberano.
Mirar cómo quiere a los niños, cómo trata tan cariñoso a la mujer, cómo se compenetra con el joven, cómo participa en la alegría de una boda, cómo recibe al pecador, cómo se conmueve ante las turbas hambrientas…, todo eso no son más que palabra y gestos del Dios invisible que se hace visible en Jesús.
Ver a Jesús externamente y empeñarse en adivinar sus sentimientos, es penetrar en los secretos más íntimos de Dios.

La Palabra de Dios que es inefable, que no se puede expresar, en Jesús se ha dejado oír y nosotros mismos la podemos repetir en nuestro propio lenguaje.
Podríamos aducir varios momentos del Evangelio, pero nos bastan estos dos. Juan nos dice casi al principio:
– Nadie ha visto jamás a Dios. Pero el Hijo único, el que está  en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.
En aquel desahogo que tuvo con los apóstoles en la Ultima Cena, Jesús es interrumpido por Felipe:
– Maestro, enséñanos al Padre, y tenemos bastante.
Jesús no toma a mal la salida del discípulo, y responde comprensivo:
– Felipe, ¿tanto tiempo con vosotros, y todavía no me conoces? El me ha visto a mí ha visto al Padre.

¡Hay que ver lo actual que es esta realidad del Evangelio! Porque el Dios manifestado por Jesús y en Jesús es el Dios que necesitamos hoy sobre todo.

Un insigne novelista y escritor sueco veía cómo le arrastraba Dios hacia Sí. Continuamente se estaba cuestionando: ¡Dios! ¡Qué grande y qué amoroso es Dios! Me lo dice este libro de los Evangelios. Jesús me enseña lo que Dios es para mí. Esto es lo que se decía a sí mismo, pero no se atrevía a entrar oficialmente en la Iglesia. Hasta que en su última enfermedad toma ese Nuevo Testamento en su edición católica, el libro más preciado por él, lo junta al pequeño Crucifijo que apretaban sus manos, se lo coloca sobre el pecho, y exclama:
– Es el único libro que contiene toda la verdad (Augusto Strindberg)

Como que eran el libro y la imagen del Jesús que le revelaban y le decían quién y cómo era el Dios que buscaba anhelante su corazón…
Jesús nos ha revelado a un Dios Padre que no es un padre patrón, duro, exigente, que oprime, que da miedo, que humilla y castiga. Muy al contrario, es el padre que ama, que cuida, que se entrega con abnegación a los hijos hasta matarse por ellos. Y éste es el Padre de Jesucristo, el Padre nuestro que Jesús nos ha revelado.
Podemos ser muy malos, pero, si nos volvemos a Dios, nos encontramos con un corazón inmenso y unos brazos que no nos sueltan de tanto cariño con que nos aprietan.

Por otra parte, el mundo de hoy, tan desorientado ante tantos maestros predicadores de la mentira, Jesucristo se nos presenta con una Palabra que enseña la
Verdad de Dios sin tergiversaciones, la que no engaña, la que permanece siempre, la que podemos abrazar con toda seguridad. Jesucristo es el de ayer, el de hoy y el de siempre, porque no pasa, porque es igual que Dios, porque es Dios…

Conocer a Jesucristo es una gracia especial de Dios y amarlo es la dicha más grande que inunda los corazones. Conocerlo, amarlo y poseerlo, es tener segura la salvación, como nos dice el mismo Jesús, que se dirige Padre en oración ferviente: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y aquel a quien Tú enviaste, Jesucristo.

Jesús ejerció, sí, el oficio de carpintero. Pero su gran trabajo fue ser el Revelador del Padre…

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