El día con Dios
20. julio 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Oración¿Cómo transcurre la vida?… En un sucederse tranquilo, pero sin parar, de los días y las horas. Sin precipitarse nunca, el tiempo va siguiendo su curso. Y al final, cada uno se encuentra en un día prefijado del cual ya no se pasa. ¿Ha sido todo vanidad? No, ni mucho menos. Al contrario, ha sido todo un enriquecerse sin parar, y sin darse cuenta casi. Como la libreta del Banco, que va acumulando los intereses, con tal de no sacar inútilmente el capital para despilfarrarlo.
Esto y no otra cosa es la vida cristiana, cuando se desarrolla según el querer de Dios, como nos dice San Pablo: “¡Que llevemos una vida tranquila y sosegada, plenamente religiosa y digna!! (1Timoteo 2,2)
¿Por qué los hombres complicamos lo que Dios ha hecho tan sencillo?… Según el mismo Apóstol, el Reino de Dios no consiste en otra cosa que en la piedad, en la paz y en la alegría que proceden del Espíritu Santo (Rom. 14,17)
Y por eso mismo, cuando se trata de trazar el plan del día, San Pablo lo sintetiza en muy pocas cosas, en las más sencillas y ordinarias de la vida: “Todo lo que hagan, de palabra o de obra, que sea en nombre de Nuestro Señor Jesucristo” (Colosenses 3,17), y ese “todo lo que hagan”, lo explana con estas otras palabras: “En todo caso, ya sea que coman, que beban o hagan otra cosa cualquiera, que lo hagan siempre para gloria de Dios” y “con perseverancia en la oración” (1Corintios 10,31; Romanos 12,12)
Al leer estas palabras, parece como si Pablo, el de los altos vuelos doctrinales, se hubiera puesto a discurrir, y se hubiese dicho:
– Pero, ¿a qué vienen todas estas cosas tan subidas que yo les escribo? ¿Es esto la vida?…
Y, mientras discurría, que le hubiera llegado la voz del Señor:
– Sí, Pablo; todo eso que escribes está muy bien dicho. Pero me gustaría que, al hablar a estos primeros cristianos, les recuerdes un poco lo que tu compañero Lucas ha dejado en su Evangelio escrito sobre mi vida en Nazaret. ¿Qué hice yo durante treinta años? Pues, lo de todos: comer y beber para vivir; trabajar para poder comer; aunque, eso sí, siempre con el corazón puesto en mi Padre y con los labios abiertos en las alabanzas de Dios. ¿Piensas por eso que mi vida fue inútil o perdida?…
Pablo entendió, discurrió, y se convirtió en un panegirista y defensor acalorado de la vida rutinaria, de la vulgar, de la de familia, de la que llevamos cada día todos.
En un mensaje, trazamos la semblanza de una santa muy querida en nuestros días, la Beata Gianna Beretta, que se ganó el cariño de todos con su muerte valiente, ofrecida antes que abortar, antes que perdiera la vida la niña que traía al mundo (Mensaje 1194).
Pues, bien; Gianna, fue calificada por su marido como una “mujer espléndida”, con una vida tan normal que “yo nunca supe que estuviera viviendo con una santa”, por eso dejo que de ella “hable ahora la Iglesia”.
Y la Iglesia, al elevarla a los altares, ha hablado y nos ha dicho que Gianna es una santa de hoy, con la vida más normal en su familia y en su profesión.
Ya difunta, se publican algunos de sus apuntes que resultan encantadores. Su programa de vida es sencillo a más no poder, según este esquema escrito de su puño y letra:
“Oraciones de la mañana y de la noche, bien rezadas. No en la cama, sino arrodillada y recogida.
La Misa, algo insustituible. No se puede comparar con ninguna con otra cosa.
Sagrada Comunión, mientras pueda. Máxima libertad.
Meditación, al menos diez minutos. Visita al Santísimo Sacramento.
Santo Rosario. Porque sin la ayuda de la Virgen, no se llega al Cielo”.
No obstante sus ocupaciones, forma en un Movimiento apostólico. Y escribe: “Trabajemos con generosidad, con humildad. Lo que cuenta es trabajar, no dormir. Nunca ha sido fácil eso de salvar al mundo, ni para el Hijo de Dios ni para los Apóstoles. Siempre he dicho que la Acción Católica es sacrificio”.
Este su plan de vida, que la ha llevado a los altares, lo encierra en un párrafo precioso, bajo el nombre de la SONRISA:
“Sonreír a Dios, de quien nos vienen todos los dones.
Sonreír al Padre, con oraciones cada vez mejor hechas.
Sonreír al Espíritu Santo.
Sonreír a Jesús, acercándose a la Misa, a la Comunión, a la Visita.
Sonreír al Papa, que representa la Persona de Jesucristo.
Sonreír al sacerdote, al confesor, representante de Dios, hasta cuando me corta justa.
Sonreír a la Virgen María, ejemplo al cual debo conformar mi vida, de modo que quien me mire no piense sino cosas santas.
Sonreír al Ángel Custodio, que Dios me lo dio para que me guíe al Paraíso.
Sonreír a mis padres, a mis hermanos, a mis hermanas, porque hay que ser antorcha de alegría, hasta cuando me imponen deberes que van contra mi orgullo.
Sonreír siempre, perdonando las ofensas.
Sonreír en la Asociación —en la Acción Católica—, matando cualquier crítica y murmuración.
Sonreír a todos los que el Señor me manda durante la jornada”.
Un ejemplo como éste nos encanta a todos. Y no diremos que Gianna no es una santa de nuestros días. ¡Qué muchacha! ¡Qué profesional! ¡Qué esposa y qué madre!…
Una cristiana santa, de la manera más ordinaria.
Santa, a base de lo que todos hacemos cada día.
Sólo, que hecho todo un poquito mejor de lo que tal vez lo hacemos nosotros…