El escándalo mayor…

17. agosto 2023 | Por | Categoria: Oración

¿Queremos saber lo que puede significar todavía hoy el Crucifijo? Nos lo van a decir dos hechos, muy lamentables por una parte, y consoladores por otra. Con la diferencia de sólo unos días —era en Noviembre del año 2001— se produjeron en Italia dos escándalos de mucha resonancia.

Un día se presenta en la Televisión un musulmán descarado, que dice de Jesús Crucificado: -El Crucifijo debe ser quitado de todas las escuelas porque esa imagen de un cadáver en miniatura espanta a los niños. Yo no estoy acorde con una religión como la católica que se fundamenta en la muerte suicida de un Dios. Vino toda una reacción en cadena contra estas palabras, y hasta los mismos musulmanes protestaron contra semejante blasfemia.

No muchos días después, se arma otro escándalo de cuando una maestra manda quitar el Crucifijo de su clase porque, según ella, es un signo que desconcierta a los alumnos de otras religiones. Siguieron las mismas reacciones que con el hecho anterior (Todos los datos en Avvenire, 7 y 27 Noviembre. 2001)

No traemos aquí las protestas de los católicos convencidos y practicantes —pues ya podemos suponer cómo fueron, gracias a Dios—, sino lo que dijeron otros de fuera.

Un pensador muy autorizado, que se confiesa ateo, fue explosivo, cuando contestó directamente al musulmán y de rechazo al director del programa, al que nadie perdonó:
-Usted ofende un símbolo de amor que tiene una historia y una tradición importantísima.

Un periódico condenaba enérgicamente el gesto de la maestra con las palabras que una judía había escrito en un periódico comunista: -Me disgusta que el crucifijo desaparezca de las clases. Esto es una pérdida. El Crucifijo es el signo del dolor humano. El crucifijo es parte de la historia del mundo. Nadie había dicho antes de Cristo que los hombres éramos iguales y hermanos. Jesucristo ha llevado la cruz, y a todos nos ha tocado llevar sobre las espaldas el peso de una gran desventura.
(¡Bendita la judía que escribió estas palabras!…, judía que no se escandaliza de la Cruz.- Natalia Ginzburg)

¿Y qué dijeron los católicos? Citaremos dentro de un momento dos testimonios magníficos.
Antes, una reflexión muy sencilla. Ante estos dos hechos lamentables, valoramos mejor las palabras de San Pablo: “Nosotros predicamos a Jesucristo, y Jesucristo crucificado, que es escándalo para los judíos y una locura para los paganos” (1Corintios 1,23). Total, que sigue el gran escándalo de la cruz… Y en éstas seguimos también nosotros. Mientras una gran parte del mundo da la espalda a la Cruz, nosotros nos agarramos a ella como al único signo de la salvación. Porque, como canta jubilosa la liturgia del Viernes Santo, “en este madero está la salvación, la vida, la resurrección”.
Pasamos a dos testimonios de católicos, que comentaron los tristes hechos de manera tan bella. Un periodista lo hacía mirando al Papa Juan Pablo II. Se dejaba de razones, y miraba sólo su imagen:
“Cada año, en la noche del Viernes Santo, las pantallas de la televisión nos traen en el Viacrucis del Coliseo la estampa del Papa Woityla con la cabeza pegada a la cruz. Su rostro sumido en una concentración de espasmo, con los ojos fuertemente cerrados, entra en nuestras casas a través de la televisión como una imagen que representa al vivo las catorce estaciones de la subida al Calvario, y atestigua como Pablo: “Yo llevo en mi cuerpo las llagas de Jesucristo” . Para el periodista, el Papa era un crucifijo viviente…

También han sabido traer oportunamente el otro testimonio. Una maestra, madre de tres hijos, imposibilitada del todo en la cama, pero con plena lucidez. Esta mujer, profundamente católica, hace unas declaraciones conmovedoras:
“He querido que me coloquen el Crucifijo en la pared de en frente, y bajo, para poder mirarlo sin fatigarme.
“Cada momento de mi jornada, está marcado por la presencia de Cristo.
“Cristo Crucificado condivide las emociones, las reflexiones, los sufrimientos. Comparto del todo el suplicio de Cristo, aparte de su presencia.
“La tradición cristiana ha enriquecido prodigiosamente el simbolismo de la Cruz: aquí está condensada la historia de la salvación y la pasión de Cristo” (Declaraciones de la enferma Pía Pavani)

Como siempre, Dios sabe aprovechar el mal de los hombres para sacar bienes a favor de los que le siguen con fidelidad en orden a su salvación.
Donde abundó la blasfemia, sobreabundó la alabanza y la bendición.
Y a nosotros nos ha recordado una lección que siempre la hemos sabido muy bien: En Jesús Crucificado tenemos la salvación.

Además, si en la Eucaristía tenemos, por voluntad y expresa institución de Jesús, el Memorial y la presencia de Jesús —la misma Víctima del Calvario—, en la imagen de la Cruz, tan venerada, tan entrañada en el pueblo cristiano, tenemos el recuerdo plástico, que nos entra por los ojos, de lo mucho que nos amó el Salvador, hasta dar su vida en ella por nosotros.

Si tenemos el Crucifijo colgado de la pared; si lo llevamos en el pecho; si nos santiguamos haciendo la señal de la Cruz…, no lo hacemos como una superstición. Lo hacemos con la certeza de que honramos de veras a Jesucristo.
Lo hacemos convencidos de que el enemigo de nuestra alma teme la Cruz, la cual nos defiende contra sus asaltos.
Cuando Jesús dice que al volver con gloria aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, la Iglesia ha entendido siempre que se refiere a la Cruz. A nosotros no nos dará miedo. Nos hemos acostumbrado en vida a mirarla de frente, con amor, con mucho amor…

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