Hijos de la libertad
15. diciembre 2017 | Por MPMO | Categoria: Narraciones BíblicasEl apóstol San Pablo tiene una expresión magnífica y de gran trascendencia en la vida cristiana. Dice valientemente:
– Cristo nos ha hecho libres; por lo mismo, no os sujetéis a un yugo que os esclavice. ¡Habéis sido llamados a la libertad! (Gálatas 5,1 y 13)
¿Era esto un invento de Pablo? ¿No nos habría dicho Jesús algo parecido?… Miremos sólo dos hechos de Jesús que los Evangelistas nos narran seguidos: Uno, con los discípulos de Juan Bautista; el otro, con los fariseos.
Los discípulos de Juan, imitando a su austero maestro, ayunan con frecuencia. Es una penitencia que se imponen con severidad. Y ven que Jesús y sus discípulos, tan recomendados por Juan, no practican el ayuno. Jesús lo había guardado, y rigurosísimo, en aquellos cuarenta días pasados en la montaña. Pero, nadie lo sabía. Por eso, le preguntan ahora:
– ¿Cómo es que los discípulos de Juan, igual que los fariseos, ayunan con frecuencia, y los tuyos no ayunan, sino que comen y beben tan tranquilos? (Mateo 9,14-17. Marcos 2,18-28. Lucas 5,33-39)
Jesús sale en defensa de los suyos con una comparación muy bonita:
– ¿Cómo queréis que ayunen los convidados al banquete de bodas, mientras el novio está todavía con ellos? Ya llegará día en que ayunarán, cuando el novio se haya ido.
Esto, con los discípulos de Juan. Ahora viene un pequeño incidente con los fariseos, que siguen todos los pasos de Jesús para poder acusarlo y desentenderse de él. Jesús va camino adelante con los doce, y éstos, apretados por el hambre, cogen unas espigas de trigo de los sembrados, junto al camino, deshacen el grano con las manos, y se lo comen. No roban nada, pues estaba permitido por la Ley.
Lo malo fue que esto lo hicieron en sábado, el día sagrado en que no se podía trabajar nada, y eso de arrancar unas espigas para comer era para los santurrones fariseos un pecado intolerable, que le echan en cara a Jesús:
– ¡Mira lo que están haciendo tus discípulos, arrancar espigas y deshacerlas para comer! ¿Cómo les permites hacer esto en sábado?
Jesús se planta sereno, y les contesta:
– ¿Podéis decirme qué hacen los sacerdotes en el templo el día de sábado? ¿No trabajan también, violando el sábado, y, sin embargo, no son culpables? ¿Cuándo entenderéis eso que dice la Escritura: yo quiero misericordia, y no sacrificios? Aquí hay algo mayor que el Templo. Sabed que el sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Además, yo soy dueño del sábado (Mateo 12,1-8. Lucas 6,1-5)
El cristiano verdadero, el auténtico, el fiel en todo, hace como Jesús: no deja de cumplir ni una sola palabra ni quebranta una tilde de la Ley. Lo que ha mandado Dios, lo que ha ordenado la Iglesia con la autoridad de Dios, es para el cristiano algo sagrado, algo intocable. Ese cristiano íntegro se dice lo de Jesús: se hundirán el cielo y la tierra, pero yo no quebranto la ley (Mateo 5,17-18)
Entonces, ¿no se convierte el cristiano en un esclavo? No; porque eso lo hace con una libertad total. La ley antigua pasó. Ahora es una ley de amor y de libertad la que nosotros vivimos. Todas las prescripciones de la Biblia anteriores a la venida de Jesucristo han pasado definitivamente. Sólo se mantienen esos preceptos de ley natural refrendados también por Jesucristo y los Apóstoles. Si se quiere mantener, por ejemplo, la prohibición de las imágenes, ¿por qué no se guarda la fiesta de la Luna llena? ¿Por qué no se le ofrece a Dios el hijo primogénito de cada familia, y se le rescata con todo aquel ceremonial y exigencia de dinero?… ¿Quién ha quitado una ley y ha mantenido la otra?…
Al sentirnos libres con esa libertad que nos dio Jesucristo, nosotros miramos sólo dos cosas.
La primera, que nuestra libertad no sea ocasión de escándalo para nadie, porque atentaríamos contra el amor del hermano más débil. Era el lema de Pablo cuando proclamaba su libertad evangélica.
La segunda, que vivamos con la alegría propia del cristiano, el cual sabe que Jesucristo está siempre con nosotros en celebración de banquete pascual.
Hemos aprendido de Jesús y de los Apóstoles: que el hombre es antes que la ley; que lo principal es el amor, la bondad, la misericordia; y que la vida cristiana es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14,17)
El querido Papa Beato Juan XXIII nos dictó el secreto de su vida, que le ganó todos los corazones. Decía:
– Yo permanezco en mis viejas posiciones, es decir: interpretar bien todas las cosas, y complacerme en el bien antes que distraerme demasiado en la visión del mal.
Y dictaba su norma de conducta:
– Fidelidad en las cosas necesarias; libertad en las dudosas; y, en todos los casos, caridad y amor.
El lema de Juan XXIII no es más que este Evangelio puesto en acción…
Fidelidad, a toda prueba. Libertad, mucha libertad cristiana. Y amor, mucho amor, por encima de todo…
Para el apóstol San Pablo —mucho antes que para Juan XXIII— todo se resolvía en el amor. Cualquier ley no tiene otro fin que el bienestar del ciudadano. ¿Iba a ser menos la ley de Jesucristo, el que dio como mandamiento supremo el amor y quiere que todo se resuelva en amor? Y como el amor exige libertad, Jesucristo nos dio la libertad para que amáramos siempre más y mejor.